martes, 26 de abril de 2016

Los adolescentes y la lectura. ¿Y ahora qué?


Admitámoslo: más de la mitad de los adultos no lee si no es por cuestiones de trabajo, sabemos que la lectura no nos salvaguarda de la estrechez de miras, la intolerancia o  la idiotez, y leer no es una necesidad.
La brecha en el hábito lector se abre al llegar a la adolescencia, a veces para no cerrarse nunca. Nuestros niños, que disfrutaban con los libros, al llegar a los 12 o 13 años, cambian y abandonan la lectura.
Además, vivimos en un tiempo en el que las alternativas para entretenerse, evadirse y socializarse son múltiples y están caracterizadas por los contenidos digitales, el predominio de la imagen y la economía de consumo. La tendencia en las actividades de ocio es la búsqueda de la gratificación inmediata y la dispersión en detrimento de la capacidad de concentración. Leer puede ser una manera de resolver el aburrimiento. Pero, ¿y si no hay lugar para el aburrimiento? ¿Y si la lectura resulta aburrida?
Y para colmo, hay quien opina que no todo lo que está escrito contribuye a la educación literaria, y lanza al aire la pregunta del millón: ¿se trata de que los adolescentes lean? ¿Lo que sea, pero que lean?

Visto de esta forma, podemos sentirnos desanimados y desorientados a la hora de estimular a un adolescente a leer. Así que vamos a cambiar el cristal con el que miramos…



La adolescencia puede ser una etapa turbulenta, de crisis inevitable, de irresponsabilidad y conductas de riesgo. O no…  Para el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, esta mala prensa de los jóvenes está agravando el fenómeno en lugar de resolverlo: “Si repetimos muchas veces que los adolescentes son ineducables y difíciles de tratar, conseguiremos que lo sean”. Tenemos que cambiar el paradigma. Las encuestas españolas nos dicen que más del 80% de individuos en esta franja de edad no tienen ningún tipo de crisis. Es más, describe, “lo pasan bien, se llevan bien con su familia y únicamente tienen la pelea normal que se presenta a lo largo de la historia pero que entra dentro de la dinámica clásica de la búsqueda de la ampliación de límites y la independencia inherente a la adolescencia”.

Como afirma la socióloga francesa MichèlePetit, los jóvenes no son marcianos. Como nosotros, tienen una gran necesidad de saber, una necesidad de decir bien las cosas, de soñar, de imaginar, de encontrar sentido, de pensarse y de pensar su historia singular de muchacho o de muchacha. Sienten curiosidad por este mundo contemporáneo y tienen también, una gran necesidad de ser escuchados, reconocidos, de dignidad, de intercambio y de encuentro personalizado.

Los adolescentes se acercan a los libros para permitir que se exprese lo más secreto que tienen, que pertenece por excelencia al terreno de las ensoñaciones y de las fantasías. Porque la lectura enriquece a los jóvenes (y a todos en general) y les ayuda a construirse, a descubrirse, a hacerse un poco más autores de su vida. En palabras de Nancie Atwell, profesora estadounidense galardonada con el Global Teacher Prize en 2015, la lectura les convierte en personas “más inteligentes, más felices, más justas, y más compasivas, debido a los mundos que experimentan dentro de esos cientos de miles de líneas de impresión”.

No estamos tan lejos de nuestros adolescentes como a veces pueda parecer y sabemos que la lectura les va a aportar beneficios tanto para la etapa que están viviendo como para su desarrollo como personas adultas. Se trata pues, de acompañar a nuestros hijos adolescentes en su camino lector pero aceptando que quizás que no lo consigamos y sin sentirnos culpables si es así. 


Os dejamos aquí algunos consejos que pueden ayudarnos para que nuestros hijos adolescentes mantengan, retomen o inicien el hábito lector.

-       No obligar a leer ni imponer lecturas obligatorias: la mejor manera de fomentar la lectura es no adoctrinar ni mostrarse desesperado por fomentarla. La desesperación está reñida con la capacidad de seducir.
-       No controlar: crearemos un clima de confianza si evitamos vigilar y controlar si han leído o no un libro.  
-       Relacionar la lectura con otras actividades: rutas literarias, adaptaciones cinematográficas o teatrales, versiones en videojuego de algún libro o saga, etc. Todas estas interrelaciones les permitirán compartir el contenido del libro socialmente y conectarán con otras formas de ocio, reforzando así la asociación de la lectura con el concepto de diversión
-       Recordarles que no es necesario que terminen de leer un libro, si no lo desean. Pueden dejar de leerlo después de unas páginas o de un capítulo y continuarlo más tarde. No tratar de convencerlos de que lo terminen si no quieren: en el camino para encontrar lo que les gusta a veces quedan libros sin terminar; no pasa nada.
-       Romper con la manera “seria” de concebir la lectura: se puede disfrutar mucho con libro de chistes, una historia contada con acertijos o un material escrito con sentido del humor.
-       Dejar que elijan el formato del libro: un ejemplo muy claro es la predilección por el cómic. Este formato que mezcla texto y dibujo puede parecer menos serio, menos constructivo y menos educativo, pero a los adolescentes les encanta. Educar en el gusto lector también significa que vayan aprendiendo a diferenciar las lecturas de calidad de las que no lo son y dentro del género del cómic y la novela gráfica se encuentran grandes obras.
-       Dejar que elijan el género y la temática: encontrar un contenido con el que puedan conectar es absolutamente clave en esta edad. Como adultos no debemos tener miedo del encasillamiento. Cada chico debe poder ir a su ritmo y decidir cuándo da el salto a otro tipo de lecturas.
-       Utilizar sus intereses y hobbies como punto de partida: por ejemplo, si les interesa la informática o los coches, podemos ofrecerles libros, revistas y catálogos sobre estos temas.
-       Evitar tener prejuicios hacia lo que ellos leen: si aceptamos sus recomendaciones de lectura y procuramos leerlas, a ellos les hará ilusión que los padres descubramos un libro gracias a su recomendación.
-       Compartir con ellos algunas de nuestras lecturas: los adolescentes están buscando su independencia pero al mismo tiempo disfrutan del contacto y la conexión con su familia y esto puede ayudarles a sentirse más cerca del mundo de los adultos.
-       Mantener un espacio tranquilo en casa dónde el adolescente pueda seguir con sus lecturas, como cuando era niño, puede ayudar a a combatir el estrés de una época de cambios vitales.
-       Comprar y reglar libros: entrar en la librería cuando pasemos por delante de ella con nuestros hijos, curiosear y hojear los libros expuestos, pedir recomendación al librero, regalarles libros porque sí…