Admitámoslo:
más de la mitad de los adultos no lee si no es
por cuestiones de trabajo, sabemos que la
lectura no nos salvaguarda de la estrechez de miras, la intolerancia o la idiotez, y leer no es una necesidad.
La
brecha en el hábito lector se abre al llegar a la adolescencia, a veces para no
cerrarse nunca. Nuestros niños, que disfrutaban con los libros, al llegar a los
12 o 13 años, cambian y abandonan la lectura.
Además, vivimos
en un tiempo en el que las alternativas para entretenerse, evadirse y
socializarse son múltiples y están caracterizadas por los contenidos digitales,
el predominio de la imagen y la economía de consumo. La tendencia en las
actividades de ocio es la búsqueda de la gratificación inmediata y la
dispersión en detrimento de la capacidad de concentración. Leer
puede ser una manera de resolver el aburrimiento. Pero, ¿y si no hay lugar para
el aburrimiento? ¿Y si la lectura resulta aburrida?
Y
para colmo, hay quien opina que no todo lo que está escrito contribuye a la
educación literaria, y lanza al aire la pregunta del millón: ¿se trata de que
los adolescentes lean? ¿Lo que sea, pero que lean?
Visto
de esta forma, podemos sentirnos desanimados y desorientados a la hora de estimular a un
adolescente a leer. Así que vamos a cambiar el cristal con el que miramos…
La adolescencia puede ser una etapa turbulenta, de crisis
inevitable, de irresponsabilidad y conductas de riesgo. O no… Para el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, esta mala prensa de los jóvenes está agravando el fenómeno en lugar de
resolverlo: “Si repetimos muchas veces que los
adolescentes son ineducables y difíciles de tratar, conseguiremos que lo sean”.
Tenemos que cambiar el paradigma. Las encuestas españolas nos dicen que más del 80% de individuos
en esta franja de edad no tienen ningún tipo de crisis. Es más, describe, “lo
pasan bien, se llevan bien con su familia y únicamente tienen la pelea normal que
se presenta a lo largo de la historia pero que entra dentro de la dinámica
clásica de la búsqueda de la ampliación de límites y la independencia inherente
a la adolescencia”.
Como afirma la socióloga francesa MichèlePetit, los jóvenes no son
marcianos. Como nosotros, tienen una gran necesidad de saber, una necesidad de
decir bien las cosas, de soñar, de imaginar, de encontrar sentido, de pensarse
y de pensar su historia singular de muchacho o de muchacha. Sienten curiosidad
por este mundo contemporáneo y tienen también, una gran necesidad de ser escuchados,
reconocidos, de dignidad, de intercambio y de encuentro personalizado.
Los adolescentes se acercan a los libros para
permitir que se exprese lo más secreto que tienen, que pertenece por
excelencia al terreno de las ensoñaciones y de las fantasías. Porque la lectura
enriquece a los jóvenes (y a todos en general) y les ayuda a construirse, a
descubrirse, a hacerse un poco más autores de su vida. En palabras de Nancie Atwell, profesora estadounidense galardonada
con el Global Teacher Prize en 2015, la lectura les convierte en personas “más
inteligentes, más felices, más justas, y más compasivas, debido a los mundos
que experimentan dentro de esos cientos de miles de líneas de impresión”.
Os dejamos aquí algunos consejos que pueden ayudarnos para que nuestros hijos adolescentes mantengan, retomen o inicien el hábito lector.
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No obligar a leer ni imponer lecturas obligatorias: la mejor manera de fomentar la lectura es no adoctrinar ni mostrarse
desesperado por fomentarla. La desesperación está reñida con la
capacidad de seducir.
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No
controlar: crearemos un clima de confianza si evitamos vigilar y
controlar si han leído o no un libro.
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Relacionar
la lectura con otras actividades: rutas literarias,
adaptaciones cinematográficas o teatrales, versiones en videojuego de algún
libro o saga, etc. Todas estas interrelaciones les permitirán compartir el
contenido del libro socialmente y conectarán con otras formas de ocio,
reforzando así la asociación de la lectura con el concepto de diversión
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Recordarles que no es
necesario que terminen de leer un libro, si no lo desean. Pueden dejar de leerlo
después de unas páginas o de un capítulo y continuarlo más tarde. No tratar de
convencerlos de que lo terminen si no quieren: en el camino para encontrar lo
que les gusta a veces quedan libros sin terminar; no pasa nada.
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Romper con la manera “seria” de concebir la
lectura: se puede disfrutar mucho con libro de chistes,
una historia contada con acertijos o un material escrito con sentido del humor.
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Dejar
que elijan el formato del libro: un ejemplo muy claro es la
predilección por el cómic. Este formato que mezcla texto y dibujo puede parecer
menos serio, menos constructivo y menos educativo, pero a los adolescentes les
encanta. Educar en el gusto lector también significa que vayan aprendiendo a
diferenciar las lecturas de calidad de las que no lo son y dentro del género
del cómic y la novela gráfica se encuentran grandes obras.
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Dejar
que elijan el género y la temática: encontrar un contenido con
el que puedan conectar es absolutamente clave en esta edad. Como adultos no
debemos tener miedo del encasillamiento. Cada chico debe poder ir a su ritmo y
decidir cuándo da el salto a otro tipo de lecturas.
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Utilizar sus
intereses y hobbies como punto de partida: por ejemplo, si les interesa la informática
o los coches, podemos ofrecerles libros, revistas y catálogos sobre estos
temas.
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Evitar tener prejuicios
hacia lo que ellos leen: si aceptamos sus recomendaciones de lectura y procuramos
leerlas, a ellos les hará ilusión que los padres descubramos un libro gracias a
su recomendación.
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Compartir con ellos
algunas de nuestras lecturas: los adolescentes están buscando su
independencia pero al mismo tiempo disfrutan del contacto y la conexión con su
familia y esto puede ayudarles a sentirse más cerca del mundo de los adultos.
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Mantener
un espacio tranquilo en casa dónde el adolescente pueda
seguir con sus lecturas, como cuando era niño, puede ayudar a a combatir el
estrés de una época de cambios vitales.
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Comprar
y reglar libros: entrar en la librería cuando pasemos por delante de ella con
nuestros hijos, curiosear y hojear los libros expuestos, pedir recomendación al
librero, regalarles libros porque sí…