sábado, 23 de abril de 2016

Cómo hacer que los hijos se interesen por la lectura.

Sabemos que el hábito lector y la comprensión lectora se desarrollan inicialmente en el seno familiar desde la primera infancia y, posteriormente, de forma conjunta desde la familia y desde la escuela. También sabemos que la lectura y la comprensión lectora favorecen no sólo el éxito escolar, sino el desarrollo de la imaginación y el disfrute del lenguaje poético. 
Por eso hoy, Día del Libro, queremos reflexionar sobre el papel de las familias en el desarrollo del gusto por la lectura. 

Imaginad la siguiente escena: un niño pequeño está sentado, embelesado, en el regazo de un adulto querido, escuchando palabras que se mueven como el agua, palabras que hablan de hadas, dragones y gigantes, de lugares lejanos e historias inventadas.
El cerebro del niño pequeño se prepara para leer bastante antes de lo que uno jamás sospecharía, y utiliza para ello cada imagen, cada concepto y cada palabra.
Y todo empieza en la comodidad del regazo de un ser querido.

Esa precoz y cálida preparación para leer, que es la clave para los logros posteriores, se inicia en el momento en que alguien se muestra ante los niños como lector.
Su aprendizaje comienza con la fascinación y la curiosidad por las destrezas que exhiben las personas que leen y les leen. Y en esa preparación, las personas que rodeamos habitualmente a los niños pequeños, seamos padres, hermanos mayores, abuelos o tíos, actuamos como guías, modelos e inductores.
El aprendizaje de la lectura y la escritura comienza, pues, de modo espontáneo, desde el mismo momento en que un niño ve a otras personas leer y escribir. 

Los estudios revelan un aspecto crucial con respecto a la comprensión lectora y el gusto por la lectura: la existencia de libros en los hogares y las actividades de lectura por parte de los padres guardan una relación directa con el rendimiento escolar de los hijos y su deseo de leer

A mayor dedicación de los padres a la lectura, mejor comprensión lectora tienen nuestros hijos. Es decir, que la frecuencia con la que leemos habitualmente los padres es un factor determinante a la hora de mejorar la capacidad de nuestros hijos para comprender lo que leen.
Del mismo modo, el número de libros infantiles que tenemos en casa guarda una estrecha relación con su rendimiento lector, de manera que a mayor número de libros disponibles más alto es el rendimiento lector de los niños.
Al mismo tiempo, la lectura realizada por placer influye en el rendimiento de los alumnos, de forma que aquellos alumnos acostumbrados a leer por puro gusto, independientemente de las exigencias escolares, demuestran una mayor capacidad de comprensión que aquellos otros que solo leen por obligación y sin ganas. Leer diariamente por diversión es mucho más provechoso que emplear muchas horas en leer a disgusto. 

La lectura en voz alta se ha revelado como uno de los medios más eficaces de interesar a los niños en el mundo de la lectura y, como consecuencia, de ayudarles a ser lectores competentes
Al leer a nuestros hijos en voz alta de manera continuada les estamos ofreciendo un modelo de lectura. La lectura ya no es una habilidad abstracta sino que se convierte en un gesto concreto y atractivo. 
La lectura en voz alta ayuda a la comprensión de las palabras: la lengua llega a los niños por mediación de un lector experto. Escuchan las inflexiones, los ritmos, los énfasis, los silencios...
Escuchando a leer no sólo se aprende a leer, también se aprende a hablar.

Pero ojo, no caigamos el error de convertir esta actividad placentera en una tarea utilitaria y obligatoria. El rendimiento escolar no debe ser el principal objetivo que justifique leer en voz alta a los niños. Se trata de establecer entre padres e hijos una comunicación especial, exenta de obligaciones o exigencias, y de transmitir el amor por la lectura.

Leer junto a nuestros hijos nos permite habitar temporalmente un mismo espacio imaginario y emocional, pues todos nos situamos en la misma historia, en la misma sintonía, creando intensos lazos afectivos. Y nos facilita conversar acerca de cuestiones que, de no mediar un libro, resultaría difícil plantear.
Leyendo en voz alta a nuestros hijos, les ofrecemos palabras con las que expresarse y hablar de su mundo en construcción, haciendo suyas las palabras de los libros.

Al abrir un libro para ellos, los padres les estamos regalando un tiempo exclusivo y a la vez estamos haciendo una declaración de cariño al centrar nuestra atención en ellos con la voluntad de pensar y sentir juntos, de escuchar y expresarse abiertamente.

En definitiva, la mejor contribución que los padres podemos hacer para impulsar el interés por la lectura es leer delante de nuestros hijos y leer a nuestros hijos porque, como dijo Emilie Buchwald, profesora, escritora y poetisa norteamericana, "los niños se hacen lectores en el regazo de sus padres".